martes, 29 de abril de 2008

"Cuanto humo hay en la General Paz"



Algo en la cabeza no debe funcionar bien para levantarse un sábado a las 8 de la mañana para simplemente ir a jugar al deporte más lindo del mundo. Pero si es el deporte más lindo del mundo, ¿cómo no me voy a levantar? Salgo de mi casa y no veo ni la esquina, no veo más allá de mi propia sombra. Tranquilamente puedo ir caminando y chocarme con postes, árboles con personas mismas. NO SE VE NADA. En esta especie de Londres (salvando las larguisímas distancias) que se había convertido Buenos Aires, sutil ironía, me vi obligado a emprender el viaje. Noticieros, diarios se hicieron eco del fenómeno. De repente parecía que había 35 millones de expertos en toxicología augurando días difíciles para nuestros cuerpos. Luego del "parate" de las relaciones tensas entre el gobierno y el campo, a los medios de comunicación les vino como anillo al dedo "LA DENSA CAPA DE HUMO QUE TAPA NUESTRO HERMOSO CIELO", recuerdo haber leído.
8.30 hora pactada para el inicio del partido. Tarde, usual en nuestro equipo, entramos al verde césped cual Pipo Gorosito al Nuevo Gasómetro, con un halo victorioso a pesar de estar carentes de triunfos en tres presentaciones.
- Que sueño que tengo, ¿qué hago acá si ni siquiera veo al que me viene a marcar?- casi arrepentido pensé.
Pero al segundo de sentir ese cuero redondo en los pies no hubo frío, sueño o humo que me pudiera sacar ni una pizca de alegría de la cual sentí. Sólo dos minutos habían pasado, la victoria del rival se presentía y los goles ajenos se sucedían. Hacia la mitad del primer tiempo, el humo se tornaba insostenible. En mi caso, miraba para arriba (autopista) en busca de una bocanada de oxígeno que me ayudara a seguir y al menos hacerle contra al rival. Claramente en ese estado no se podía jugar (EXCUSAS LO SÉ).
"Los médicos recomiendan no salir de sus hogares y en lo posible no realizar actividad física" rezaba el periodista más informado de la mañana. "Hay posibilidades que con la lluvia que se aproxima el miércoles se apague el pastizal y así se ahuyente esta nube oscura" prometían otros. Lo cierto que ni con la lluvia ni con la recomendación del periodista estrella nos íbamos a poder salvar de la dura derrota al parecer. Pero (siempre hay un pero) el final del primer tiempo nos encontró a tan sólo dos goles de diferencia. El comienzo de la segunda mitad era el momento de, como se dice en el argot del fútbol, apretar. A falta de 10 minutos para el final un compañero, habilidoso si los hay, decretaría la igualdad en el resultado con un soberbio remate de tiro libre. En ese preciso instante, se abrieron pulmones y surgieron fuerzas de donde no las había segundos antes. El humo se transformó en aire cristalino y con gusto a flores. La victoria se concretaría a falta de un minuto del final. Una remontada pocas veces vista...
Final de esta travesía matinal. Parece que el periodista esta vez no mintió. Con el cuerpo frío nuevamente la falta de aire apremiaba. "Nunca más me levanto un sábado a la mañana a jugar al fútbol y menos si hay humo, niebla o como le quieran llamar..." Ja ¿a quien quiero engañar si lo volvería a hacer?

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